Ser madre es un viaje marcado por una multitud de desafíos que, paradójicamente, nos recompensa con innumerables alegrías. Pocas cosas son tan reconfortantes como presenciar la felicidad de nuestros hijos, mientras se sumergen en la plenitud del presente, irradiando comodidad y alegría en su propia piel, mientras el mundo a su alrededor los envuelve en un cálido abrazo.
Esta pintura simboliza el inicio de la etapa más creativa y significativa de mi carrera artística. Este pequeño representa la felicidad, el gozo, la tranquilidad, desde la imperfección humana. A través de su mera presencia, nos invita a sumergirnos en el momento presente y encontrar la plenitud en las pequeñas alegrías de la vida.
Frente a las tribulaciones de la vida la mejor actitud es avanzar, aunque las circunstancias nos salpiquen y todo se vuelva un complicado caos, hay que ver hacia adelante sin pausa, pero sin prisa.